Formaciones herbáceas de la dehesa: tipos de pastos

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Los tipos de pastos de una dehesa conforman la cabaña ganadera que pueda ser gestionada en una finca

La dehesa es un sistema donde se conjuga el aprovechamiento ganadero con otros como puede ser el corcho, cinegético, producción de bellota, cultivos, etc.

Atendiendo al aprovechamiento ganadero, este tiene como base fundamental: la gestión de los pastos.

Por pasto se entiende cualquier recurso vegetal que sirve de alimento al ganado, bien en pastoreo, bien como forraje, y de su correcta gestión dependerá que se obtenga el máximo rendimiento sostenido.

Dentro de los diferentes pastos que nos encontramos a lo largo de la dehesa; la bellota de encinas y alcornoques también se considera pasto, así como el ramón procedente de sus podas e incluso las flores de los matorrales, que son un pasto melífero. Sin embargo, si se excluye el aprovechamiento de la montanera por el cerdo ibérico, el pasto más importante en las dehesas lo constituyen los pastizales (comunidades herbáceas naturales) y, en menor medida, los pastos agrícolas (forrajes y praderas). Otro tipo de pastos como el ramón, pueden ser muy importantes por su valor estratégico, ya que sirven como un complemento para los animales en épocas de escasez.

La dehesa no se caracteriza por tener unas grandes producciones de herbáceas. Rara vez, incluso con estrategias de mejora, se sobrepasan los 3.000 kg de materia seca por hectárea. Son sistemas relegados a zonas poco productivas, con suelos pobres en nutrientes y que, por lo tanto, no podrían en principio soportar una carga ganadera elevada. Por ello requieren un aprovechamiento racional de sus pastos para obtener la máxima producción posible sin sobrepasar la rentabilidad económica de las mejoras ni la capacidad ecológica del medio.

Si algo caracteriza a los pastos de la dehesa es su distribución estacional a lo largo del año. La producción de un pastizal se concentra principalmente en primavera y, con una cuantía algo menor, en otoño.

En zonas con inviernos suaves el pastizal de la dehesa también puede producir cierta cantidad de biomasa (que se aporta en una de las épocas críticas para la alimentación de los animales), quedando el verano como la estación más condicionante. En el estío mediterráneo, la ausencia de precipitaciones es el principal factor que determina la producción del pastizal, deteniéndose completamente el crecimiento de las herbáceas a partir del mes de mayo.

Con ello, sólo podrá ser aprovechado por el ganado el pasto que permanezca en pie hasta entonces, que puede llegar a ser una cantidad considerable si es que el pastoreo no ha sido demasiado intenso. Hasta que no llegan las primeras lluvias de otoño, el pastizal natural de la dehesa no vuelve a producir nuevos recursos alimenticios para los animales por lo que se hace necesaria una suplementación, bien con productos procedentes de la misma dehesa o bien con aportes del exterior.

De este modo, una gestión eficiente de los pastos en la dehesa debe orientarse a aprovechar al máximo esos picos de producción y a desarrollar estrategias para no depender en exceso de aportes externos para el mantenimiento del ganado.

Fuente: www.dehesadelconde.com
Fuente: www.dehesadelconde.com

Caracterización de los pastizales en las dehesas.

Como se ha comentado anteriormente, los principales tipos de pastos de una dehesa son los pastizales y los pastos de origen agrícola. Entre los primeros, los más abundantes son comunidades de terófitas, plantas anuales que se desarrollan en los momentos del año más favorables, permaneciendo en forma de semillas el resto del tiempo.

Es difícil que estos pastizales superen los 1.500 kg de materia seca por hectárea, y se suele estimar su producción como el doble de la precipitación en milímetros de la zona. Además, no comienzan a desarrollarse hasta que llegan las primeras lluvias de otoño y, si éstas son escasas, la producción otoñal puede ser mínima.

Cuando llega la primavera se desarrollan con gran rapidez, semillando y agostándose, con lo que disminuye su palatabilidad para el ganado.

Tampoco, suelen ser pastos de gran calidad, principalmente por la baja proporción de leguminosas presentes, con el consiguiente déficit en nitrógeno para el verano. Todo ello conlleva que, aunque las producciones puedan llegar a ser importantes y queden restos para el verano, la carga ganadera que pueden soportar no supera las 0,3 unidades de ganado mayor (UGM) por hectárea, el equivalente a unas dos ovejas en el mejor de los casos.

Es característica también de la dehesa, otro tipo de formación herbácea muy importante, tanto por su calidad como por su origen, los majadales. Estas comunidades también pueden estar ocupadas por especies anuales, aunque acompañadas siempre por plurianuales. Son formaciones que cubren el suelo completamente, si bien suelen ser de baja talla. Se sitúan en puntos muy concretos ya que se originan por la acción de los animales en aquellas zonas donde suelen permanecer más tiempo, bien libremente (puntos de agua, querencias,…), bien por el manejo mediante la técnica del redileo.

El redileo, también llamado majadeo, consiste en encerrar a los animales, ovinos principalmente, durante la noche para que con sus deyecciones contribuyan a fertilizar el pasto. De hecho, los majadales se consideran como comunidades fuera de estación, que presentan características propias de zonas que por el clima o la edafología no les corresponden.

Además de la acción fertilizadora, el pastoreo beneficia a los majadales a través de lo que se conoce como paradoja pastoral, el que una especie se vea favorecida al ser consumida por el ganado. Este hecho es fácil de explicar: la especie ha evolucionado conjuntamente con el ganado, y las especies de los majadales presentan estrategias para soportar el pastoreo que otras no tienen, como una mayor capacidad de rebrote o de soporte del pisoteo, por lo que cuentan con ventajas competitivas. Hay dos especies que destacan entre las demás, el trébol subterráneo y la poa bulbosa.

  • Trifolium subterraneum: la primera tiene las ventaja de ser una leguminosa y, por lo tanto, rica en nitrógeno tanto en verde como en seco. Además, tarda en agostarse algo más que otras especies, se aprovecha en verano, y se autosiembra, con lo que se favorece su permanencia en el pastizal.
Fuente: Paul Slichter
Fuente: Paul Slichter
  • Poa bulbosa: brota con las primeras lluvias de otoño que ponen fin al verano y mantiene su producción en invierno.
Fuente: commons.wikimedia.org
Fuente: commons.wikimedia.org

Los majadales de buena calidad ocupados por estas especies pueden soportar hasta 0,8-1 UGM por hectárea en las épocas de máxima producción.

Otro tipo de comunidades muy importantes en las dehesas, no por producir alimento de calidad, ni porque ocupen una gran superficie dentro de las explotaciones, sino por su interés estratégico, son los vallicares.

Se asientan sobre suelos que se encharcan de manera estacional, lo que provoca que su periodo vegetativo se prolongue en el verano y por lo tanto aumente la disponibilidad de alimento. Están formados principalmente por gramíneas, siendo la falta de leguminosas lo que provoca su menor calidad. Aun así, contemplan producciones importantes que permiten llegar a 0,6 UGM por hectárea, si bien hay que tener en cuenta que su periodo productivo es muy corto, apenas de unos meses.

Finalmente, también se dan pastizales con capacidades de carga por debajo de las 0,15 UGM por hectárea (el equivalente a una oveja) que se corresponden con zonas con características especiales del terreno (suelos arenosos o muy encharcados) o del uso (suelos muy compactados o nitrificados).

Gestión de los pastizales en las dehesas

El primer paso fundamental para una gestión adecuada de los pastizales consiste en conocer cuáles son sus recursos y ordenarlos en el espacio y en el tiempo.

En el espacio es importante localizar las distintas comunidades pascícolas y la potencialidad del terreno para realizar mejoras, situando igualmente las zonas menos productivas, de forma irreversible (roquedos) o reversible (zonas de matorral).

Además, hay que tener bien clara cuál es la estructura de la explotación, los cercados disponibles o las zonas aprovechadas por el ganado en cada momento.

Del mismo modo, hay que ver si existen otros usos que no sean compatibles con la permanencia de los pastizales, como puede ser la rotación frecuente con cultivos agrícolas.

En relación con la distribución temporal, hay que conocer cuáles son los principales períodos del año en que es necesaria la suplementación, por frío o por sequía, e incluso con qué periodicidad se pueden producir años malos para tratar de realizar previsiones.

Una vez conocidos los períodos críticos, habrá que plantear soluciones para obtener alimento en los mismos. La opción más común sin recurrir a aportes externos a la explotación es la siembra de especies forrajeras, veza-avena principalmente, que por procesos de henificación o ensilado pueden conservarse en el tiempo. Pero también, hay otras posibilidades, como la implantación de arbustos forrajeros que pueden ser aprovechados directamente por el ganado, aunque aún no hay demasiadas experiencias de este tipo en las dehesas.

En cuanto a estrategias de mejora de pastos, la fundamental es el manejo del ganado controlando las cargas, las especies de animales y su época y tiempo de permanencia. En un pastizal es perjudicial tanto una carga excesiva (sobrepastoreo), que produce compactación y aumenta el nivel de nitratos impidiendo el correcto desarrollo del pasto, principalmente de las leguminosas, como una carga defectiva (subpastoreo), que no impida la invasión del terreno por el matorral, o que permita que especies menos interesantes desplacen a las de mayor interés pascícola, por el efecto contrario a la comentada paradoja pastoral.

Junto a las cargas, es importante controlar la época en que se introducen los animales para que no perjudiquen la semillación (primavera) o el primer desarrollo del pasto (otoño), siendo más importante el control en el otoño que en la primavera, ya que muchas especies de interés pascícola cuentan con estrategias de reproducción complementarias y alternativas a las semillas.

Por otro lado, las dehesas suelen asentarse sobre suelos muy pobres en bases y con carencias importantes de fósforo. Por ello, son recomendables fertilizaciones de corrección de los niveles de fósforo de entre 60 y 80 unidades de P2O5 por hectárea y de mantenimiento de unas 40 unidades cada cinco años. Este tipo de enmiendas favorecen el desarrollo de las leguminosas, autosuficientes en nitrógeno, pero con necesidades importantes de fósforo.

Así mismo, para conseguir una composición óptima del pastizal puede recurrirse a una siembra de pratenses. Para las condiciones de Andalucía, la especie más aconsejada y utilizada es el trébol subterráneo, además del ornithopus.

Hay múltiples variedades y lo mejor es elegir (a priori) aquellas que se prevea que se ajustan más a las condiciones ambientales de la explotación para, posteriormente, ir evaluándolas y eligiendo la que ofrezca mejores resultados. En todo caso, hay que tener en cuenta la viabilidad económica de la mejora ya que, en muchas ocasiones, no es tan importante la cantidad de pasto a obtener como el hecho de completar de forma suficiente las épocas de carencia.

Un aumento en el número de animales en épocas de alta producción que sea factible por una mayor disponibilidad de pastos también incrementará las necesidades de manejo, de instalaciones y de recursos (sanitarios, agua…), parámetros que siempre hay que valorar. Además, deben estimarse los condicionantes ambientales, ya que un aumento en la producción del pastizal puede elevar el óptimo de carga ganadera por encima del límite de compactación del suelo o de asimilación de deyecciones.

Superar las capacidad del medio siempre perjudica finalmente a la economía de la explotación puesto que si el pastizal se degrada requerirá nuevas mejoras.

Fuente documental: Gestión de pastos de la dehesa. Junta de Andalucía.

Fotografía principal: Multifincas

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